En las últimas décadas mucho se ha hablado de la importancia del humanismo educativo como una gran alternativa a la mejora de las nuevas generaciones; los padres cada vez más activos y comprometidos en la crianza buscan lo mejor para los hijos, con un objetivo en la cabeza, que las carencias de su infancia no sean parte de la vida de sus hijos y por tanto la búsqueda de una receta que les ayude a vivir mejor es constante. Sin embargo, la crianza se ve influenciada inherentemente por los cánones y los modelos difundidos a través de los medios masivos de comunicación, donde la sobrevalorización de los aspectos superfluos y materiales representa los estándares de realización para nuestros niños y adolescentes. Bajo ese esquema, la fórmula con la que se suele educar a los hijos para “lograr la felicidad” es: Nace, crece, estudia mucho, saca excelentes calificaciones, premios y reconocimientos; lucha por ser el mejor de la clase, estudia una carrera universitaria, se gradúa, estudia una maestría, busca un trabajo con buen salario, con seguro social, compra casa, auto, viaja, se casa, tiene hijos, los educa, se jubila y espera el fin de sus días. ¿Qué pasa cuando alguien quiere vivir diferente? ¿Qué pasa cuando no desea tener hijos? ¿Qué pasa cuando quiere viajar y no casarse? Es momento de entender que las nuevas generaciones tienen necesidades y concepciones diferentes a las de los padres y lo más importante, pensar en que la fórmula tradicional no siempre garantiza la felicidad.
Pareciera ser que todo se resume a bienes materiales, olvidando que la felicidad y la paz son los 2 mayores tesoros en el ámbito emocional, que puede tener el ser humano y que hoy día, los hemos olvidado, gracias a la vida agitada que vivimos.
Sin embargo, nunca es tarde. A pesar del poco valor que ha dado el ser humano a las emociones, la sabiduría de la naturaleza nos ha “obligado” a romper nuestra forma de vida y nos da la oportunidad de volver a iniciar.
Actualmente la formación académica no es suficiente para formar personas libres y responsables capaces de incorporarse con éxito al mundo laboral, por ésta razón es importante concebir la educación desde un enfoque humanista que tome en cuenta las necesidades primordiales de los niños y no solo la acumulación de conocimientos. En casa, el modelo debe generar continuidad centrándose en la EMOCIÓN. Si deseamos que las nuevas generaciones se desarrollen como seres éticos, responsables, creativos, imaginativos, evitando la agresión, es la Emoción con la que debemos trabajar. Decía Humberto Maturana “Si quieres conocer la emoción, mira la acción”.
¿Cómo vivir el Modelo Humanista en casa fortaleciendo la “Emoción?
1. Permite que sea él mismo. En sus clases virtuales, evita darle las respuestas. Cuando lo logre, la adrenalina y la emoción que le generen, será el motor de futuros retos. Si tú lo haces por él, el mensaje inconsciente que le envías es: “no puedes hacerlo”.
2. Maneja el uso pedagógico del error: Si tu hijo se equivoca en alguna respuesta, reflexiona con él, pregúntale por qué contestó así y entiende sus razones, sin regañarlo. Al comprender y analizar el error, ambos aprenderán. Alguna vez Thomas Edison dijo: “No fracasé, solo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”.
3. Motiva a tu hijo. Invítalo para que investigue sobre algo que le gusta, se emocionará. En el jardín de tu casa, al observar el camino de una hormiga, al cocinar, al tomar fotos de la luna. Sin darse cuenta, estará aprendiendo los pasos del método científico y desarrollará sus habilidades de manera paulatina.
4. Acepta las habilidades de tu hijo. Aunque no sean las que tú deseas, si tú lo aceptas, será feliz y eso es lo más importante en la vida. Aliéntalo para que desarrolle gustosamente sus capacidades.
5. Evita los gritos. Las manifestaciones de frustración, que tienen origen en situaciones de carácter económico o de relaciones familiares, son elementos que impactan negativamente en su autoestima y generan estrés a temprana edad. Evita culparlos por ello. Trabaja diariamente para mantener la paz en tu familia. Si es necesario, busca apoyo con un psicólogo, en tu grupo religioso o a través de la meditación.
6. Las enfermedades son producto de la falta de paz y desequilibrio emocional. “Mens sana in corpore sano”. Particularmente en la situación que estamos viviendo, es fundamental que nuestra mente y emociones sean positivas y con una visión optimista. Mantén sana a tu familia expresando emociones, una sonrisa diaria, un abrazo, un mensaje de afecto, etc.
7. Tu hijo es mucho más que un 10. Valora su trabajo, una calificación no lo define como persona. Recuerda que los grandes científicos e innovadores mundiales han sido los más inquietos y no siempre obtuvieron las mejores notas académicas.
8. Busca en los videojuegos y las redes sociales un aliado. “Si no puedes con el enemigo, únete a él”. Si tu hijo pasa mucho tiempo con los videojuegos y las redes sociales, interactúa con él en esos medios. Date cuenta qué es lo que le llama la atención y procura usar esas estrategias para relacionarte con tu hijo. Recuerda que lo prohibido es lo que más llama la atención.
9. Los Valores y las normas como forma de vida. Evita imponer. En la vida diaria puedes retomarlas ante acontecimientos que se les presenten. Pide el punto de vista de tu hijo ante las problemáticas, para que él mismo llegue a la conclusión de la necesidad de los valores o normativas que siempre serán necesarias en busca de su protección.
10. Busca el contacto con la naturaleza en familia: El mar y las montañas son espacios que revitalizan, nosotros somos parte de la naturaleza. El mar con su color y olor tranquilizan el cuerpo y la mente; el oleaje da un suave masaje al cuerpo al igual que la brisa. En las montañas puedes realizar respiraciones profundas (sin contaminación) y te permiten oxigenar tu cerebro y su inmensidad te hace sentir parte de ella.
Si no puedes salir, busca un árbol, abrázalo, respira profundo y te dará paz. Con las plantas de los pies descubiertas, párate sobre el pasto fresco, conecta con la madre tierra, te dará estructura y estabilidad. Date una ducha sin prisa, consintiéndote, reconociendo y valorando tu cuerpo como un instrumento de viaje en esta vida.
“Tú tienes tu propia belleza, acéptate tal cual eres
AUTOR: María de los Ángeles Franco Canales, Maestra en Educación
COORDINADORA ACÁDEMICA NIVEL PRIMARIA IDENAP
Comentarios