Desafortunadamente cada vez son más frecuentes los casos de Cutting en el ámbito escolar (según el Observatorio Mexicano de Convivencia Escolar), el cual de por sí ya enfrenta problemas de violencia de género, bullying, discriminación, altos niveles de deserción, etc.
Pero a todo esto, qué es el CUTTING? lo entenderemos aquí como un conjunto de conductas mediante las cuales una persona, de forma voluntaria e intencional, se produce un daño físico así misma (ésto puede ser un corte con algún objeto punzocortante en alguna parte del cuerpo, aunque las autolesiones pueden incluir quemaduras, golpes, tirones del cabello, pellizcos, mordidas, perforaciones en la piel, etc.) con el fin de generar dolor de forma deliberada. Dichas heridas pueden ser tan severas como un rasguño leve, pasando por las lesiones que dejan graves consecuencias y secuelas irreversibles, hasta la muerte.
Algunos piensan que es una forma de llamar la atención, nada más falso y equivocado. Si la persona que se autolesiona quisiera llamar la atención, no se escondería para hacerse los cortes o por qué ocultar sus heridas o para qué inventar historias inverosímiles para explicar o justificar sus lesiones.
Se trata de una petición inconsciente de ayuda, un grito ahogado de auxilio, ya que más doloroso que las heridas es lo que el joven lleva dentro.
Los cortes son un síntoma que encubre la presencia de un conflicto que tendrá que ser verbalizado para poder ser elaborado terapéuticamente.
Son una manera de hacer frente a la frustración, al miedo, a la soledad; la persona que se autolesiona piensa que es la única forma de manejar el malestar que siente, es como “no puedo controlar mi vida pero puedo controlar mis cortes”. A los jóvenes que se autolesionan hay que enseñarles que uno no puede controlar la vida, que no hay nadie que pueda hacerlo y que las personas tan sólo aspiramos a hacer lo posible por aprender y crecer.
SE PRESENTA GENERALMENTE EN LA ADOLESCENCIA
La adolescencia es una época vulnerable, llena de cambios e inestabilidades, de búsqueda y conformación de la propia identidad y la autonomía e independencia emocional de los padres, de mucha necesidad de aceptación y pertenencia, pero sobre todo, una etapa en la cuál nos encontramos en pleno desarrollo de habilidades psicoemocionales que nos permiten lidiar con los desafíos de la vida, además de que es la época en que se elevan los índices de impulsividad y reactividad emocional, aunque también es un etapa maravillosa.
Resulta incomprensible para muchos que un joven, que muchos pensamos está en el mejor momento de su vida, se autolesione, pero peor aún sería el desconcierto si nos enteramos que ese joven es nuestro hijo, eso podría ser un duro golpe a nuestra paternidad.
Y si fuera así, cuál debería ser mi reacción como padre y cómo podría ayudarlo?.
En un primer momento, lo primero que seguro nos pasaría por la cabeza es ¿por qué lo hace?
Hay que entender que cortarse es un intento fallido de controlar las emociones y el estrés que pueden parecer imposibles de tolerar. Son momentos críticos y desesperantes en los que nuestros hijos se sienten rebasados, desbordados e imposibilitados para hacer frente a las situaciones que se les presentan. Hay evidentes dificultades para manejar y expresar adecuadamente lo que sienten, para aceptar que las cosas no siempre resultan como ellos quieren y para canalizar adecuadamente el estrés y las tensiones.
Es muy probable que al enterarnos que nuestro hijo se corta, experimentemos un tsunami de emociones: desconcierto, decepción, enojo, tristeza, impotencia, frustración, preocupación, confusión y culpa, mucha culpa ya que no acudió a mí para solicitar ayuda.
Lo primero será explorar qué lo está llevando a cortarse?:
Una razón de origen muy frecuente es por problemas o dificultades con los padres, quizá sea ésta una manera inconsciente de castigarlos.
Otra es que puede que se sientan sobre-exigidos, presionados por ellos mismos o por alguien importante, para buscar la “perfección”, la presión de estar a la altura de estándares imposibles, altos niveles de autocrítica y culpa, o bien porque les cuesta aceptar sus errores y fracasos.
Algunos incurren en dichas prácticas coaccionados o por imitación del grupo de pares, buscando aprobación, aceptación y pertenencia.
También puede ser por problemas académicos.
O tal vez lo estén usando para sentirse “emocionalmente anestesiados" o bien, como una acción extrema para sentirse vivos y así lograr materializar su dolor en algo concreto, haciéndolo mentalmente “más manejable”.
Puede ser que se hayan sentido rechazados, que no logren sentirse lo suficientemente atractivos para conseguir una pareja o la hayan perdido.
Por problemas de comunicación, falta de habilidades sociales o dudas en cuanto a la identidad sexual.
Pocas expectativas de futuro, incertidumbre, pesadumbre, sentimientos de desamparo.
Existe una explicación bioquímica y es que cuando el cuerpo se daña (o cada vez que el joven se autolesiona…), tiende inmediatamente a la autorreparación y entonces, cuando nos lastimamos, el cerebro libera unas sustancias llamadas endorfinas, que son las hormonas del placer y la felicidad, con lo que el organismo busca lograr de nuevo el equilibrio, simulando estados de bienestar transitorios e irreales, algo muy similar a lo que sucede con las drogas, disminuyendo el dolor como una especie de “analgésicos naturales”.
Cuadros de depresión o ansiedad, aislamiento, soledad, estrés.
A veces, la conducta autolesiva es el resultado de experiencias traumáticas sin resolver acalladas.
Si el joven exhibe sus lesiones podría estar buscando ayuda inmediata y ésta podría ser una forma muy triste de pedir que alguien intervenga.
Como padres nos preguntamos: ¿cómo podríamos prevenir o evitar que nuestros hijos caigan en el engaño de las autolesiones?
Hay que tener presente que siempre es posible prevenir si educamos sobre el tema, enseñando a nuestros hijos a identificar, reconocer, nombrar, manejar y expresar aquello que sienten de forma apropiada, sin hacerse daño ni lastimar a otros.
Como adultos tenemos que hacer un ejercicio honesto de revisión de nuestras estrategias y del manejo que hacemos de las situaciones estresantes y plantearnos qué clase de ejemplo soy para mis hijos, observar si tengo formas autodestructivas de manejar la ansiedad como explotar, comer compulsivamente, fumar, beber, trabajar en exceso, hacer compras innecesarias, limpiar, porque mi hijo al verme actuar de esa manera, pensará que no existen otras opciones más saludables para afrontar las situaciones críticas. Poner atención en si tengo arranques de ira y explosividad, si soy mi más severo crítico o me autoexijo demasiado.
Piense que la clave está en la comunicación, nunca es fácil hablar de temas dolorosos, sobre todo si nos involucran como padres, por lo que resulta de vital importancia, que sepamos qué decirle a nuestro hijo y cómo se lo decimos.
Podría empezar diciendo: “sé lo que estás haciendo con tu cuerpo y me siento realmente preocupado por ello, sin embargo, pondré todo mi empeño y amor en apoyarte para que dejes de hacerlo”, y acto seguido buscar juntos la información o la ayuda necesaria para salir adelante. También es importante escucharlo atentamente, los gritos, castigos o sermones, no son útiles en momentos como éstos, trate de no juzgarlo, intente conservar una postura compasiva, empática y de apoyo.
Tenga paciencia, es muy probable que su hijo se resista a hablar del tema, pregunte si está listo, si prefiere hacerlo de otra manera o en otro momento, recuerde que si usted se encuentra alterado al hablar con él, las cosas con seguridad no saldrán bien.
Apoye a su hijo para curar viejas heridas y desarrollar nuevas habilidades de afrontamiento.
Construyan juntos un plan sobre qué cosas puede hacer si se encuentra alterado en lugar de cortarse, caminar, bailar, respirar profundamente, conectar con sus amigos, etc. Dígale que puede escribir acerca de su herida, dibujar su dolor, componer una frase, poesía o canción que exprese lo que siente, sugiérale que escuche música que le refleje esa emoción para que la pueda externar, o bien, anímelo a realizar alguna actividad física para liberar lo que queda de la tensión, a frotar su muñeca con un cubo de hielo en lugar de cortarse, ponerse una banda elástica sobre la que pueda dibujar rayas con un color rojo o escribir sobre ella algo que le recuerde que se debe amar y respetar, acariciarse en lugar de cortarse, etc.
Enséñelo a desahogarse llorando, hablando de lo que siente, reflexionando en silencio, tomándose un tiempo a solas, redirigiendo su atención a cosas más constructivas.
Desde luego pasen tiempo de calidad juntos y aprenda a centrarse en lo positivo, atrape al “chico bueno”, reconozca sus aciertos y motívelo, dele confianza y hágale saber que espera cosas buenas de él.
Muéstrele siempre el lado bueno de la vida y lo maravilloso que es vivirla, lo mucho que aún le queda por aprender, experimentar y disfrutar y que nadie lo hará por él. Muéstrese agradecido por las experiencias que ha tenido y hable con él sobre lo que ha aprendido de ellas. Enseñe a su hijo a agradecer a su cuerpo, a cada órgano y extremidad, por lo que por él hace todos los días.
Manténgase al tanto de lo que hace y con quién está, no critique a sus amigos, recuerde que ellos son la mejor contención que puede existir para su hijo en ésta etapa, no olvide que cada quien tiene sus propias historias y razones, sólo ayúdelo a discernir entre lo correcto y lo que no lo es, lo sano y lo que le conviene.
Hay que poner atención en las personas que utilizan frases pesimistas o que dentro de sus discursos incluyen palabras desesperanzadoras que hablan del escaso valor que tienen por la vida, etc., ya que podría tratarse de algo más grave que una simple moda.
No olvide que para dejar este hábito su hijo requerirá de mucha determinación y fortaleza, pero sobre todo de la seguridad de que usted lo ama, lo acepta y lo apoya de forma incondicional.
En cualquier caso no le reste importancia a los cortes, no lo deje simplemente pasar porque después podría ser tarde.
Autor: Lic. María Cecilia Paniagua Sánchez
Psicoterapeuta Humanista con Perspectiva de Género, Especialista en Adolescencia y Parejas.
MIEMBRO DEL GRUPO DE PSICOPEDAGOGOS IDENAP