Muchas veces cuando un niño piensa en la palabra “Disciplina” asocia su significado a una serie de conceptos autoritarios que limitan su libertad y su capacidad para divertirse. ¡No corras! ¡Guarda silencio! ¡No toques nada! ¡Pórtate bien o te castigo! ¡Si no obedeces te vas a arrepentir! Son algunas de las frases que utilizamos como padres cuando queremos que nuestros hijos se comporten como es debido, pero ¿es realmente efectivo emplear este estilo de diciplinar en nuestros hijos? Muchos padres enfatizan que es necesario que los niños sepan identificar a sus figuras de autoridad y que las respeten a toda costa, y en efecto un niño que sabe cómo comportarse ante ciertas circunstancias y autoridades tendrá menos problemas y mayor estabilidad emocional que un niño rebelde y berrinchudo que busca cualquier oportunidad para desafiar a sus autoridades y meterse en problemas.
Pero ¿Cuál es la clave para lograr educar a nuestros hijos basándonos en la disciplina? La respuesta es muy sencilla. No los intimides ni los fuerces a portarse bien. No es necesario emplear el miedo para lograr un buen comportamiento, eso sólo hará que desarrollen inseguridades y resentimientos, o bien, hará que se porten diferente cuando los vigilas y cuando no lo haces. En muchas ocasiones hemos observado que niños sometidos a una disciplina rígida y estricta tienden a ser rebeldes y problemáticos, y eso se debe a que es comúnmente la única forma que encuentran para liberarse y descansar de ese régimen disciplinario de corte militar al que están acostumbrados. Si bien en muchas ocasiones es necesario imponer respeto como autoridad o proporcionar algún castigo, este siempre debe venir acompañado de una explicación y una enseñanza. Un niño que se comporta adecuadamente por voluntad propia es aquel que ha interiorizado un sistema de valores en el que está convencido y en el que cree firmemente para regir su vida.
Debemos recordar que nuestros niños dependen de nuestra guía para formar su carácter, y es éste el que los va a acompañar cuando nosotros no podamos hacerlo, es por eso que debemos enseñar a nuestros hijos no sólo a portarse bien y ser disciplinados, sino que también debemos hacerles saber el porqué de cada cosa que les enseñamos y les implementamos. Dejemos que desarrollen su pensamiento crítico y cuestionen nuestras enseñanzas, porque de esa forma al entender comenzarán a regularse por convicción y esa la forma más efectiva de disciplina.
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